En la hora difícil del adiós, ese
ineludible momento que siempre llega, quiero darles las gracias a todas las
personas inmensamente valiosas que he tenido la gran fortuna de poder conocer
desde que llegué al instituto. A los alumnos que me mostraron su aprecio, me regalaron
su paciencia y perdonaron mis innumerables errores y faltas. A los padres y
madres que me ayudaron y comprendieron lo difícil que es enseñar. A los
profesores de estos años que me ayudaron de mil formas distintas, con mención
muy especial a los que me sirvieron de ejemplo de saber estar y saber hacer, de
todas las edades y condición. No quiero olvidar a todo el personal laboral de
la conserjería, de mantenimiento, la secretaría y el bar. Siempre fueron
atentos y me hicieron el trabajo más fácil. No mencionaré a nadie porque
olvidaré nombres y es injusto.
Coincidencias de la vida, me
marcho en un momento de cambios para el centro. Ya me pasó la última vez que
cogí mis bártulos y me fui con la música a otra parte. Sería necio negar que en
el Ponce de León hay problemas. Como en otras partes, unos son hijos del
sistema y otros son particulares e intransferibles. También es cierto, al menos
así lo creo, que el instituto tiene aún mucho potencial y capacidad para ser
mejor y dar mucho más, y ahí está también su gran esperanza.
Los centros educativos, como
cualquier otro lugar donde laboran personas, no son mejores o peores porque sí,
lo son porque los seres humanos que los comparten los hacen de una u otra manera.
Hay quien no quiere entender que no puede haber nadie por encima del instituto,
que todos los que en algún momento de nuestras vidas lo compartimos somos
accesorios y temporales, y que es nuestra responsabilidad, la que le toque a
cada quisque, dejarlo al menos un poco mejor de lo que lo encontramos, cada
año, día y hora, en la medida de nuestras posibilidades y capacidad de hacer.
Quien no lo entiende así, y tiene la madurez suficiente para hacerlo, es
probable que no haya venido a servir sino a servirse. Ha venido para envolverse
en la bandera y decir con Luis XIV “el Estado soy yo”. Tapa sus carencias tejiendo
una red de prebendas inefables en la que se verá también atrapado algún día. Esto,
naturalmente, siempre pasa con ayuda. La de quienes no afrontan los problemas,
sino que los esconden o miran para otro lugar. Es peor aún cuando la aquiescencia
taciturna y bovina auxilia todo esto. Mucho peor, dónde va. Desconocen que la verdad
es hija del insobornable tiempo y que este termina poniendo a cada hijo de
vecino en el lugar que él mismo se ha buscado y le corresponde.
No quiero decir adiós sin tener
un recuerdo emocionado y dolorido para mi alumno Jesús Escalona Romero, al que
llevó la maldita parca cuando apenas comenzaba a disfrutar lo poco que le dejó
la vida. Nunca lo olvidaré. Uno quiere consolarse pensando que acaso se haya ido
feliz por el cariño que le dimos en el instituto, especialmente sus profesores
del Aula de Apoyo.
Gracias a los que me dejasteis
enseñar y todavía más a los que me concedisteis el privilegio de poder aprender
de vosotros.
Mucha suerte a todos.
Yesterday, there was so many things
I was never told
Now that I'm startin' to learn
I feel I'm growin' old
'Cause yesterday's got nothin' for me
Old pictures that I'll always see
Time just fades the pages
In my book of memories
Prayers in my pocket
And no hand in destiny
I'll keep on movin' along
With no time to plant my feet
'Cause yesterday's got nothin' for me
Old pictures that I'll always see
Some things could be better
If we'd all just let them be
Yesterday's got nothin' for me
Yesterday's got nothin' for me
Got nothin' for me
Yesterday there were so many things
I was never shown
Suddenly this time I found
I'm on the streets and I'm all alone
Yesterday's got nothin' for me
Old pictures that I'll always see
I ain't got time to reminisce old
novelties
Yesterday's got nothin' for me
Yesterday's got nothin' for me
Yesterday's got nothin' for me
Yesterday
Yesterday